La diferencia entre una fe entusiasta y el fanatismo
A un fanático siempre le falta algo, sea la razón o el corazón. Por su parte, el entusiasta es siempre un hombre íntegro.
El entusiasmo es fuego, pero también lo es el fanatismo. El primero es fuego sin humo, en tanto que el segundo provoca una gran humareda.
El entusiasmo significa: el hombre entero, dirigido hacia adelante, sin volver la vista atrás. Cuando la razón juzga, el corazón ama y el alma quiere, el hombre se completa y, como una fuerza unitaria, es capaz de grandes cosas. Semejante hombre es una gran fuerza en este mundo, más grande aún de lo que a él mismo le parece que es.
El entusiasta ama a sus semejantes. Pero, cuando a ese entusiasmo se le une el odio en contra de determinadas personas, entonces deja de ser entusiasmo y se convierte en fanatismo. Tal como en primavera se junta la broza en los caminos y debajo de esta se esconden las serpientes, así es también el fanatismo.
El entusiasmo es una fuerza que crea y construye. Todas las grandes organizaciones sociales, el arte, los movimientos puramente humanistas y que buscan la salvación, todo eso ha sido creado con entusiasmo. No debemos olvidar jamás que no hay entusiasmo sin amor al prójimo. El fanatismo demuestra toda su fuerza en tres casos: en la política partidista, en las revoluciones y en la guerra. Tal como el día se diferencia de la noche, así se distingue el entusiasmo del fanatismo. El primero es conducido por el amor y es edificante; el segundo es gobernado por el odio, y destruye. El primero es universal, en tanto que el segundo es exclusivista, sectario.
A un fanático siempre le falta algo, sea la razón o el corazón. Por su parte, el entusiasta es siempre un hombre íntegro.
¡Permanece atenta, alma, no sea que tu entusiasmo se convierta en fanatismo...!
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Învățături despre bine și rău, Editura Sophia, București, 2006, pp. 93-94)