La enfermedad de los pensamientos dispersos
Cuando le confiamos a Él nuestro futuro y nuestras esperanzas, de alguna forma lo obligamos a ayudarnos. Cuando el hombre acepta lo que le sucede con un pensamiento correcto, se ayuda a sí mismo, mientras que si lo recibe de mala manera, sufre, se altera, se bloquea.
Padre, me intranquilizo cuando debo resolver algún problema, tanto, que no consigo dormir.
—Tu problema espiritual consiste en que tienes demasiados pensamientos. Si no tuvieras pensamientos de toda clase, podrías rendir más, tanto en tu obediencia, como en tus trabajos espirituales. Escucha esta forma de evitar los pensamientos dispersos: Cuando venga a tu mente algo que, por ejemplo, debes hacer al día siguiente, replica: “Esto lo haré mañana, entonces mañana pensaré en ello”.
De igual forma, cuando debes tomar alguna decisión, no te atormentes intentando buscar la respuesta, demorando, así, esa resolución. Elige algo y sigue adelante, deja que Dios cuide del resto. Esfuérzate en evitar el escolasticismo, para no marearte. Haz lo que puedas, con magnanimidad, actuando siempre con toda tu confianza puesta en Dios.
Cuando le confiamos a Él nuestro futuro y nuestras esperanzas, de alguna forma lo obligamos a ayudarnos. Y es que los pensamientos dispersos pueden aturdir hasta al más sano de todos. Es normal que uno que sufre tenga este tipo de pensamientos. Sin embargo, el que, estando sano, se ofusca y sufre tan sólo por culpa de sus propios pensamientos, merecería ser atado. ¿Estar sano y, con todo, atormentarse con sus propios pensamientos?
En nuestros tiempos, la enfermedad más grande proviene de los pensamientos de los hombres mundanos. Los hombres pueden tenerlo todo, menos pensamientos buenos. Sufren porque no enfrentan los problemas espiritualmente. Por ejemplo, alguien está por salir de viaje, pero entonces el motor de su vehículo sufre algún problema. Si tiene una mente sana, dirá, “Está claro que el Buen Dios dispuso que esto sucediera, De lo contrario, hubiera podido sufrir algún accidente, si esta demora no hubiera aparecido. ¿Cómo agradecerte, Dios mío, por esto?”, y glorifica a Dios. Pero si sus pensamientos no son buenos, no enfrentará la situación espiritualmente, y se quejará. “¡Qué desgracia, me estoy atrasando! ¡Podría haber llegado más rápido! ¡Uf, Dios...!”. Cuando el hombre acepta lo que le sucede con un pensamiento correcto, se ayuda a sí mismo, mientras que si lo recibe de mala manera, sufre, se altera, se bloquea.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovniceşti, Vol. III, Nevoință duhovnicească, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 20-21)