La enfermedad y el sufrimiento son la “medicina” de Dios
Por ejemplo, un hombre joven ha de pensar, “soy fuerte y poderoso, no hay nadie como yo”. Dirige entonces su mirada a los diplomas que hay en su pared, a la honra que recibe, a su salud, a su belleza física y todo lo demás. Sin embargo, cuando la enfermedad lo hace yacer, entonces comienza a pensar de forma diferente: “Vanidad de vanidades... ¡Todo es vanidad!”
Con la enfermedad, Dios le permite al hombre conocer algunos de sus yerros ocultos, latentes, escondidos en su alma, aspectos que probablemente no había notado antes. La enfermedad y el sufrimiento son, por excelencia, el medicamento de la Providencia de Dios, que vuelven al hombre junto a su Creador, haciéndolo crecer en virtud.
Nuestro Santísimo Dios desea que nuestra alma no se ate a las cosas de este mundo, porque son vanas y falsas. Luego, con el sufrimiento, la enfermedad y otras pruebas, lo hace pensar en lo eterno y vivirlo, porque es la realidad y única verdad.
El dolor alivia el corazón, hasta entonces cerrado, haciéndolo capaz de recibir la palabra de Dios. Por ejemplo, un hombre joven ha de pensar, “soy fuerte y poderoso, no hay nadie como yo”. Dirige entonces su mirada a los diplomas que hay en su pared, a la honra que recibe, a su salud, a su belleza física y todo lo demás. Sin embargo, cuando la enfermedad lo hace yacer, entonces comienza a pensar de forma diferente: “Vanidad de vanidades... ¡Todo es vanidad!”
(Traducido de: Avva Efrem Filotheitul, Sfaturi duhovniceşti, traducere Pr. Victor Manolache, Editura Egumeniţa, Alexandria, 2012, p. 6)