La enfermedad y la muerte gradual del alma
Esto es lo que les sucede a los que se unen con la mente al maligno y hacen su voluntad, porque “el demonio no es solamente un espíritu muerto, sino también un espíritu que mata a quienes se le acercan”. Así es como muere el alma del hombre.
San Hesiquio de Sinaí habla de la enfermedad y la muerte gradual del alma. Aunque Dios creó el alma “simple y buena”, esta “se deleita con los señuelos del maligno. Así, engañada, corre hacia al astuto como si fuera alguien bueno”. Con esto, “el alma confunde sus propios pensamientos con los engaños del demonio”. Finalmente, “cae en el consentimiento, con la mediación del cuerpo, hacia esa ignominia que ha pensado, condenándose a sí misma”. (...)
Aunque parezca viva, el alma carente de la vida verdadera, es decir, de la Gracia de Dios, es, de hecho, un alma muerta. Y aún más: “Cuando los padres primigenios de la humanidad voluntariamente decidieron apartarse de Dios, vulnerando Su mandamiento, se unieron en el pensamiento con el espíritu muerto del maligno. Entonces, al comer del árbol prohibido, contrariando la voluntad del Creador, fueron desvestidos de su luminoso atuendo y de la vida creadora del esplendor celestial, con lo cual, ay de ellos, se volvieron como el mismo demonio, es decir, muertos en el espíritu”. Esto es lo que les sucede a los que se unen con la mente al maligno y hacen su voluntad, porque “el demonio no es solamente un espíritu muerto, sino también un espíritu que mata a quienes se le acercan”. Así es como muere el alma del hombre.
Cuando el alma no obra según el propósito que le dio el Creador, “aunque aparentemente siga viva, en realidad está muerta. Por ejemplo, cuando tú, como hombre, no guardas las virtudes, sino que te llenas de codicia y desafías la ley, ¿cómo podrías decir que tienes un alma? ¿Porque te mueves? Pero esta es también una característica de los animales. ¿Porque comes y bebes? También las fieras salvajes lo hacen. Entonces… ¿porque caminas sobre tus dos piernas? En verdad, todo esto me hace pensar que no eres más que un animal con apariencia humana”.
(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos Vlachos, Psihoterapia ortodoxă: știința sfinților părinți, traducere de Irina Luminița Niculescu, Editurda Învierea, Arhiepiscopia Timișoarei, 1998, pp. 131-132)