La esperanza de una recompensa aligera el peso de los sufrimientos.

¿Fuiste ofendido? ¡No olvides la gloria que te espera en el Cielo por tu paciencia!

¿Sufriste algún daño? ¡Acuérdate de la riqueza celestial y el tesoro que has acumulado con tus buenas acciones!

¿Fuiste apartado de tu país? ¡El Jerusalén celestial es tu patria!

¿Perdiste un hijo? ¡Ganaste, sin embargo, un ángel, con quien podrás regocijarte alrededor del trono de Dios, alegrándote con una felicidad eterna!

(Traducido de: Sfântul Vasile cel Mare, Omilii şi cuvântări, omilia a IV-a despre mulţumire, VII, în PSB, voi. 17, p. 385)