La esperanza nos mantiene anclados en el Cielo
La esperanza, como si se tratara de un cordel amarrado al Cielo, sostiene las almas y jala hacia arriba, poco a poco, aquellas que se aferran con fuerza a ella. Así las hace sobrepasar las olas de aflicciones y sufrimientos que nos rodean en esta vida. Si las fuerzas de alguno cedieran, debilitándose su esperanza y soltándose de esta santa ancla, la persona caería inevitablemente y se ahogaría en lo profundo del mal y del pecado.
El maligno nos envía pensamientos de desesperanza para apartarnos de la esperanza en el Señor, es decir, de esta ancla y base de nuestra vida, de esta guía que nos muestra el camino correcto que nos lleva al Cielo, así como de la salvación de nuestra alma, que podríamos perder. “Porque por la esperanza fuimos salvos” (Romanos 8, 24).
La esperanza, como si se tratara de un cordel amarrado al Cielo, sostiene las almas y jala hacia arriba, poco a poco, aquellas que se aferran con fuerza a ella. Así, las hace sobrepasar las olas de aflicciones y sufrimientos que nos rodean en esta vida. Si las fuerzas de alguno cedieran, debilitándose su esperanza y soltándose de esta santa ancla, la persona caería inevitablemente y se ahogaría en lo profundo del mal y del pecado.
Sabiendo bien todo esto, el astuto, al sentir que nuestras faltas nos duelen en la conciencia, nos recarga aún más la mente, enviándonos pensamientos de desesperanza, que son más pesados que el plomo. Si lo recibimos y no lo alejamos inmediatamente, el peso de nuestros pecados nos parecerá tal, que nos hará caer, soltando de nuestras manos esa cuerda que nos viene del Cielo y nos hundiremos en el abismo del mal.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Diavolul și magia, culegere de texte patristice și traducerea lor în neogreacă de Ieromonahul Benedict Aghioritul, traducere din neogreacă de Zenaida Anamaria Luca, Editura Agaton, Făgăraș, 2012, pp. 36-37)