La esposa que conquistó a su marido con su paciencia y mansedumbre
Ana y Marcos se casaron cuando eran muy jóvenes. Ella era una mujer buena y piadosa, mientras que Marcos, aunque era un buen hombre, no era un cristiano practicante.
Gracias a su suave trato, Ana conoció el hermoso carácter de Marcos, gozándose él también, a su vez, del amor de su esposa. Pero un día, Marcos le preguntó:
“‒Ana, he visto que eres muy diligente cada vez que te pido algo, sin rechazarlo. ¿Cómo puedo recompensártelo?”
Ella respondió:
“‒Tengo todo lo que podría necesitar. No me hace falta nada más."
Él insistió:
“‒¡Pero yo deseo compensarte! Tan sólo dime qué quieres, que yo haré lo que sea, por ti."
“‒Bien, si insistes... Lo único que deseo con todas mis fuerzas, es verte haciéndote la Señal de la Cruz antes de comer, antes de irnos a dormir...”
Marcos se intranquilizó un poco, pero, vencido por la bondad y la delicadeza de su esposa, respondió:
“‒¡Así será, mi amada! Si eso es lo que quieres, lo haré.”
Y así fue como Marcos aprendió a persignarse.
¿Cómo fue que Ana logró convencerlo? Sin forzarlo ni agobiarlo con incontables consejos, porque sabía que nada conseguiría actuando así. Al contrario, le habló con bondad, con paciencia y amor. De esta manera, Marcos, lleno de felicidad, hizo lo que ella le pidió, para retribuirle su amor. (Metropolitano Melecio de Nikopol)