La fe es la vida auténtica
La vida pecadora, viciosa, alienada y atea lleva al hombre a la desesperación y a la descomposición, de manera que necesita volver a la fe y reconciliarse con Dios.
Es una gran oportunidad nacer en un mundo cristiano, recibir el don del Bautismo y, con este, la fe correcta. La fe es la vida auténtica. La vida pecadora, viciosa, alienada y atea lleva al hombre a la desesperación y a la descomposición, de manera que necesita volver a la fe y reconciliarse con Dios para librarse del pecado y crecer en la virtud.
Por muy atractiva que sea la tentación del pecado, finalmente nos lleva la inmundicia, hasta que sentimos que debemos volver al camino verdadero, mismo que puede encontrarse solamente por medio de la fe. Es bueno tener el don del Bautismo cuando nuestra conciencia se despierte, para saber a dónde ir; quien no haya sido bautizado, en tales momentos caerá en la desesperanza.
La fe es un elemento del alma, una forma de ser. Quien no la tenga, carecerá de la más noble de las virtudes. Ella acompaña al hombre en su lucha contra el pecado, en la desesperanza de las dudas, en la desviación del intelecto, en la confrontación con el mundo, al enfrentar la muerte y el sufrimiento, en la edificación interior y en la perfección; también ella estará presente en la iluminación tabórica, porque Dios permanece en lo oculto, especialmente mientras más se realiza nuestra transfiguración.
(Traducido de. Ioan Ianolide, Întoarcerea la Hristos, Editura Christiana, București – 2006, p. 453)