Palabras de espiritualidad

La felicidad, más cerca de lo que podríamos creer

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¡Cómo se engañan los que buscan la felicidad lejos de sí mismos, en países extraños y en viajes, en riquezas y efímeros honores, en grandes fortunas y distracciones, entre placeres y opulencia... en todas esas frivolidades que no tienen otro final que la peor amargura!

No hay nada más excelso que un corazón puro, porque deviene en trono de Dios. ¿Y acaso hay algo más glorioso que el trono de Dios? ¡Ciertamente, nada! Dios dice, sobre los que tienen el corazón puro: “Habitaré y viviré en medio de ellos; Yo seré su Dios y ellos serán Mi pueblo.” (II Corintios 6, 16). Luego, ¿no son los más felices de entre los hombres? ¿Y qué podría faltarles? ¿Acaso no moran, en sus felices almas, todos los bienes y carismas del Espíritu Santo? ¿Qué más podrían necesitar? ¡Nada, en verdad, nada! Porque tienen en sus almas el don más grande: a Dios mismo.

¡Cómo se engañan los que buscan la felicidad lejos de sí mismos, en países extraños y en viajes, en riquezas y efímeros honores, en grandes fortunas y distracciones, entre placeres y opulencia... en todas esas frivolidades que no tienen otro final que la peor amargura! Construir el castillo de la felicidad fuera de nuestro corazón es igual a levantar un edificio en un terreno continuamente sacudido por los temblores. Más temprano que tarde, no quedarán sino escombros esparcidos sobre la tierra.

¡Hermanos míos, la felicidad se halla dentro de nosotros y dichoso es quien entiende esto! Que cada uno analice su corazón, para conocer su estado espiritual. ¿Conserva éste su vínculo con Dios? ¿O es que la conciencia les susurra por haber vulnerado Sus mandamientos? ¿Les reprocha aún la conciencia todas las injusticias, las mentiras y el descuido de sus deberes para con Dios y el prójimo?

(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, Traducere Preot Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008,  pp. 274-275)