La fuerza de la mente y de la sagacidad
El maligno se asienta en la mente y tan fuertemente la retuerce contra lo natural, que al final ésta al mal le dice bien y al bien mal; a la oscuridad, luz y a la luz, oscuridad.
La sagacidad, que, por naturaleza tenía que enviar como un arco el amor hacia Dios, pero hacia el diablo y como una flecha la ira, el pecado la enardeció contra natura, de manera que, cual si se tratara de rayos, lanza flechas contra la mejilla de los hermanos y al rostro de los Santos de Dios, maldiciendo y meticulosamente insertando el maligno en todo, incluso en sí misma.
Pero la pobre mente, que, por naturaleza tendría que haber sido el reflejo de Dios, el pecado la oscurece, sea ahumándola con el orgullo, sea instigándola a oponerse a la verdad, o fragmentándola en cualquiera de estas ignominias y, en todo caso, llenándola del engaño del vacío o de la idolatría al pecado. Es decir, tan fuertemente se asienta el maligno en la mente y tan fuertemente la retuerce contra lo natural, que al mal lo llama bien y al bien, mal; a la oscuridad, luz y a la luz, oscuridad; a la obediencia, locura y a la locura, sabiduría (con lo que concluye que no hay Dios, sino solamente naturaleza, pero si existiera un Dios, ése es el hombre). Así pues, la pobre mente es engañada perfectamente por el astuto, quien se jacta de haber vencido, inoculando su mentira en la mente del hombre, así como lo hiciera cuando le aseguró al sacarlo del paraíso...
(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Lupta duhovniceasca cu lumea, trupul şi diavolul, ediție revizuită, Editura Agaton, Făgăraș, 2009, p. 23)