La fuerza e importancia del Sacramento del Bautismo
Nuestro ser se vuelve luminoso como el Señor Resucitado, cuando se renueva en el baño de la vida con la Gracia del Espíritu Santo.
El Santo Apóstol Pablo compara el poder inmaterial del Sacramento del Bautismo con la muerte y Resurrección de nuestro Señor. Al ser sumergidos en la pila bautismal, morimos, pero, al salir afuera, resucitamos, dice San Pablo. Morimos para la vida carnal y pecadora, y resuticamos para la vida en el espíritu, santa y agradable a Dios. “¿No sabéis que, al quedar unidos a Cristo mediante el bautismo, hemos quedado unidos a Su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con Cristo y morimos, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, también nosotros caminemos en nueva vida; (...) nuestro hombre viejo ha sido crucificado con Él para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado” (Romanos 6, 3-4, 6).
Nuestro ser se vuelve luminoso como el Señor Resucitado, cuando se renueva en el baño de la vida con la Gracia del Espíritu Santo. Sin embargo, hermanos míos, no creamos que en esto obra únicamente la Gracia, o que lo hace sólo desde afuera o mecánicamente. De ningún modo. Su acción salvadora se realiza de una forma que no se puede ver, interiormente. La Gracia del Espíritu Santo, que brota sobre nosotros cuando somos bautizados, sella una serie de transformaciones interiores del corazón y de los movimientos de nuestro espíritu, y, a partir de esto, crea en nosotros un hombre nuevo, el hombre en misterio del corazón.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Viața lăuntrică, Editura Sophia, București, 2000, p. 9)