La Gracia de Dios se aleja de quienes guardan rencor
“Me ofendió. Se portó muy mal conmigo, así que lo dejaré que sufra, para que entienda que no actuó bien”.
Si alguien nos ha provocado perjuicio, esforcémonos en vencer el impulso de condenarlo y mantengamos la paz en nuestro corazón, siguiendo el ejemplo de David, quien era “conciliador con quienes odiaban la paz”. Entonces daremos un paso, aunque sea pequeño hacia la santidad, y Dos reinará en nuestro corazón. “Porque la paz ha venido a Su lugar” (Salmos 75, 2).
Y si aquel que nos ha ofendido (usualmente, alguien cercano) nos pide ayuda, corramos a dársela, sin decir, “Él (o ella) me ofendió. Se portó muy mal conmigo, así que le dejaré que sufra, para que entienda que no actuó bien”. No olvidemos que la Gracia de Dios se aparta de las almas sin paz que guardan rencor.
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Viața duhovnicească a creștinului ortodox, ediția a II-a, traducere din limba bulgară de Valentin-Petre Lică, Editura Predania, București, 2010, p. 46)