La Gracia viene del amor al prójimo
La Gracia viene del amor al prójimo y se mantiene mediante el amor al prójimo. No obstante, si no amamos a nuestro semejante, la Gracia de Dios no vendrá a nuestra alma.
Al amor no le importan los tiempos y siempre tiene la misma fuerza. Hay quienes aceptan que el Señor sufrió por nosotros por amor, pero como no hallan ese mismo amor en sus almas, todo esto les parece como una historia muy antigua. Pero, cuando el alma conoce el amor de Dios, por medio del Espíritu Santo, el individuo entiende que el Señor es para nosotros un Padre, el más cercano, el más benevolente y el más querido, y que no existe una felicidad más grande que amar a Dios con toda la mente, con todo el corazón y con toda el alma —como lo ordenara el Señor—, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22, 37-39). Cuando este amor viene al corazón, todo alegra al alma. Pero, si lo pierde, el hombre no encuentra más sosiego, se turba y se enfada con los demás cuando existe algún desacuerdo, sin entender que él mismo es el culpable: ha perdido el amor de Dios y esto le lleva a juzgar y condenar a sus semejantes.
La Gracia viene del amor al prójimo y se mantiene mediante el amor al prójimo. No obstante, si no amamos a nuestro semejante, la Gracia de Dios no vendrá a nuestra alma. Si guardáramos los mandamientos de Cristo, sería el Paraíso en este mundo y con poco esfuerzo todos tendríamos lo que necesitamos, y el Espíritu de Dios viviría en las almas de todos, porque Él mismo busca el alma del hombre para morar en ella. Y si no vive en nosotros, es simplemente debido al orgullo de nuestra mente.
(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, p. 154)