Lo más difícil, pero también lo más importante, es saber distinguir los espíritus. Un gesto cualquiera puede provenir de un auténtico deseo de generosidad, pero también de la falta de valor, de la ignorancia, o de una mala intención. Si los individuos no son honestos espiritualmente, es imposible que haya paz entre ellos y siempre se tiranizarán recíprocamente. La honestidad espiritual no es sinónimo de ingenuidad, sino una conciencia lúcida y activa que controla y conduce lo profundo del alma humana.

(Traducido de: Ioan Ianolide, Deținutul profet, Editura Bonifaciu, p.141)