La humildad es la primera virtud que Cristo ordenó a los hombres cultivar, en Su prédica de la montaña. Y, con Su ejemplo, el fue el primero en demostrar esta virtud. ¿Cómo? Naciendo, no en un palacio real, sino en un pesebre. Otra importante enseñanza de lo que el Señor nos demostró con Su santa Natividad en un pesebre, es la siguiente: “Agrupaos de tal forma que quede lugar para los demás; contentaos con lo verdaderamente necesario, para que también otros tengan lo que en verdad necesitan”. También el Apóstol dice que si hay qué comer y con qué abrigarnos, ya tenemos lo suficiente para agradecer.

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de azi, Editura Sofia, 2006, pp. 209-210)