Palabras de espiritualidad

La humildad es confiar totalmente en el cuidado de Dios

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El humilde es consciente de su propio estado interior y, aunque éste sea desagradable, no pierde su personalidad. Reconoce que es pecador y se entristece por esto, pero no pierde la esperanza. Esto es confiar en Dios. Abandonarnos en Sus manos. Esta es la santa humildad, que cambia al hombre.

Confianza perfecta en las manos de Dios, tal es la santa humildad.

La obediencia perfecta a Dios, sin ninguna oposición, aunque las cosas parezcan irracionales o difíciles de cumplir. Abandonarse en las manos de Dios.

Aquellas palabras que repetimos durante la Divina Liturgia lo dicen todo: “¡Toda nuestra vida, a Cristo Dios démosela!” Lo mismo encontramos en la oración que dice el sacerdote en misterio:

“A Tí, Señor, que amas a la humanidad, te confiamos toda nuestra vida y toda nuestra esperanza, te pedimos y te oramos, cayendo ante Tí con humildad...”.

"A Tí, Señor, todo te lo damos". Esta es la confianza en Dios. Esta es la santa humildad, que cambia al hombre. Lo hace dios-hombre.

El humilde es consciente de su propio estado interior y, aunque éste sea desagradable, no pierde su personalidad. Reconoce que es pecador y se entristece por esto, pero no pierde la esperanza. El que tiene la santa humildad no habla en absoluto, es decir, no se opone. Permite que se le hagan observaciones, que los demás lo controlen, sin enojarse y sin justificarse. No pierde su equilibrio. Al egoísta, al acomplejado, le sucede lo contrario: al principio se asemeja al humilde, pero cuando algo le molesta, inmediatamente pierde la paz, se enoja, se perturba.

(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, pp. 256-257)

 

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