Palabras de espiritualidad

La humildad no se obtiene doblando la cerviz, dejándonos crecer el cabello, o portando ropas menesterosas

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

La humildad nace en el corazón contrito y permanece en el espíritu de la docilidad, así como dice David: “Un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias” (Salmos 50, 19).

La humildad no se obtiene simplemente doblando la cerviz, dejándonos crecer el cabello, o portando ropas menesterosas. La humildad nace en el corazón contrito y permanece en el espíritu de la docilidad, así como dice David: “Un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias” (Salmos 50, 19).

Una cosa es hablar con humildad, otra la humildad en sí, y otra la mente humilde. Las primeras dos se alcanzan por medio del esfuerzo, el sufrimiento y el trabajo en la virtud: todo lo que tiene que ver con los afanes y la perseverancia del cuerpo. Por eso, cuando el alma se halla en estado de humildad, y aparece una tentación, se perturba. Pero la mente humilde, siendo una cosa divina y elevada, viene sólo a aquellos que han sobrepasado aquello, haciéndose morada del Señor, es decir, a esos que han avanzado hacia la humildad por el severo camino de las virtudes.

(Traducido de: Cuviosul Nichita Stithatul, Cele 300 de capete despre făptuire, în Filocalia VI, Editura Humanitas, Bucureşti, 2009, p. 255)