La humildad que vence a la soberbia
Según San Siméon, el remedio para el orgullo es la humildad, es decir, lo opuesto al orgullo. La humildad abre nuevamente el alma hacia Dios.
El orgullo es situado, por los padres espirituales de la antigüedad, al final del resto de pasiones. San Simeón el Nuevo Teólogo lo pone, al menos para aquellos que se han esforzado en librarse de las pasiones, al inicio de su trabajo espiritual. Por eso es que, siempre según San Siméon, el remedio para el orgullo es la humildad, es decir, lo opuesto al orgullo. La humildad abre nuevamente el alma hacia Dios.
El orgullo es el empecinamiento en el propio aislamiento: es la peor de las terquedades. Por eso hay que mitigarlo con las pruebas más severas. Por su lado, el amor a los placeres es más una debilidad, razón por la cual, careciendo de la tozudez del orgullo, es más fácil de sanar. El orgullo se sana solamente por medio de la humildad. Y la humildad se alcanza con mucho trabajo. Pero viene acompañada del verdadero conocimiento de Dios, o con la visión de Su luz, que no puede obtenerse mientras el individuo se preocupe exageradamente de sí mismo.
(Traducido de: Alexandru Prelipcean, Spiritualitate creștină și rigoare științifică: notele de subsol ale filocaliei românești, II, Editura Doxologia, 2013, pp. 26-27)