La humildad se demuestra con actos, no con palabras
Es fácil acusarte a ti mismo... lo difícil es aceptar las acusaciones de los demás.
Padre, si alguien se denigra y se condena a sí mismo, diciendo: “Soy un necio, un vil, etc.”., ¿le ayuda esto a alcanzar la humildad?
—Es fácil acusarte a ti mismo... lo difícil es aceptar las acusaciones de los demás. Puedes decirte: “Soy el más pecador de todos, la peor persona del mundo”, pero seguir siendo incapaz de soportar una ofensa por parte de otro. Si, al caminar, te tropiezas con algo y te vas al suelo, puede que te duela, pero no le darás mucha importancia a lo sucedido. También, si te golpea alguien a quien amas, seguramente dirás: “¡Bah, no pasa nada!”. Pero, si te rasguña o te empuja levemente una persona que no es de tu agrado... ¡cuidado! Empiezas a gritar, a fingir que te duele y que ya no puedes caminar bien.
Recuerdo que, en los años en los que viví en Sinaí, conocí a un laico llamado Eustratio, quien, si le llamabas: “¡Don Eustratio!”, te respondía: “¡Eustratio el pecador querrás decir! ¡Eustratio el pecador!”. Todo el mundo comentaba: “¡Qué humilde es!”. Bien, una mañana se quedó dormido y no vino a la iglesia. Alguien corrió a buscarlo. “Eustratio, ¿duermes? Ya finalizó la lectura de los Salmos en los Maitines. ¿Vienes a la iglesia?”. Entonces, el otro comenzó a gritar: “¡Yo soy mucho más piadoso que tú! ¿Y tú vienes a llamarme para que vaya a la iglesia?”. Se puso como loco. Y, aún más: sacó la llave de la cerradura de su habitación, que era una de esas llaves antiguas, muy grande, para golpear al feligrés que vino a buscarle... simplemente porque se sentía ofendido. Los demás que pasaban por el lugar, al oir el escándalo se quedarón asombrados, porque siempre habían creído que aquel hombre era una persona ejemplar, muy himilde. Él mismo provocó las burlas de la gente. ¿Lo viste? Él mismo decía quera un pecador, pero, cuando alguien se atrevió a herirle el egoísmo, se convirtió en una fiera.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Patimi și virtuți, Editura Evanghelismos, București, 2007, p. 175)