La idolatría en estos tiempos
Los que aman el dinero, los placeres carnales y los bienes, rinden pleitesía a estas pasiones como si se trataran de dioses, poniéndolas en un lugar más alto que a nuestro Creador.
¿Por qué la codicia —es decir, el amor al dinero, a los placeres y a los bienes materiales— es considerada una forma de idolatría?
—Porque aquellos que aman el dinero, los placeres carnales y los bienes, rinden pleitesía a estas pasiones como si se trataran de dioses, poniéndolas en un lugar más alto que a nuestro Creador. En otras palabras, el que se ama a sí mismo más que a Dios, es un idólatra. Lo mismo puede decirse de aquel que se preocupa más de la comida, el dinero, la ropa y los bienes, que del alma, la iglesia, la oración, la confesión o la caridad. El amor a sí mismo tiene como medida el amor al prójimo (Mateo 19, 19). El amor a Dios no tiene límites, es infinito, de acuerdo al mandamiento: “Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6, 4-5).
El codicioso pone el dinero en el sitio que le corresponde únicamente a Dios. Y, a su vez, el comilón hace de su propio vientre un dios, es decir, un ídolo, de acuerdo a lo que dice el Santo Apóstol Pablo (Colosenses 3, 5). Y “el que obra el pecado es siervo del pecado” (Juan 8, 34; Romanos 3, 9; 6, 16; Efesios 2, 3; I Tesalonicenses 4, 5; Tito 3, 3; II Pedro 2, 19). Luego, quien sea siervo del pecado no podrá ser también siervo e hijo de Dios.
Precisamente por esto fue que el Señor puso como primera condición, para quien desee seguirle, que renuncie a sí mismo y tome su cruz (Mateo 16, 24). Y esto, porque el que tiene la pasión de amarse a sí mismo, tiene también, con esta, todas las demás pasiones y pecados, porque “el amor a sí mismo es la madre, raíz y fuente de todo pecado” (San Efrén el Sirio).
(Traducido de: Arhimandritul Ilie Cleopa, Ne vorbește Părintele Cleopa, ediția a II-a, volumul al V-lea, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători ̶ Neamț, 2004, pp. 123-124)