La Iglesia y la presencia del Paraíso en este mundo
El que vive a Cristo se hace uno con Él, con Su Iglesia. ¡Es una cosa prodigiosa! Y su vida se vuelve distinta a la de las demás personas.
Con el servicio a Dios vives en el Paraíso. Una vez conoces y amas a Cristo, empiezas a vivir en el Paraíso. Cristo es el Paraíso. El Paraíso empieza ya desde aquí. La Iglesia es el Paraíso terrenal, semejante al celestial. El Paraíso, que está en el Cielo, es el mismo también aquí en la tierra. En él, todoas las almas son una sola, tal como la Santísima Trinidad está formada por tres Personas, Quienes están unidas y, de esta forma, son solo una.
Nuestro principal cuidado debe ser entregarnos a Cristo y unirnos con la Iglesia. Si entramos en el amor de Cristo, entramos en la Iglesia. Si no entramos en la Iglesia, si no nos unimnos con la Iglesia de este mundo, podríamos terminar perdiendo la otra, que es celestial. Y cuando decimos “celestial” no es para que creamos que en la vida eterna encontraremos jardines con flores, montañas, manantiales y aves. En aquel lugar no existen las bellezas terrenales; es algo completamente distinto, algo más excelso. Pero, para llegar a ese “algo”, debemos pasar antes por las bellezas y paisajes terrenales.
El que vive a Cristo se hace uno con Él, con Su Iglesia. ¡Es una cosa prodigiosa! Y su vida se vuelve distinta a la de las demás personas. Es alegría, es luz, es felicidad, es exaltación. Esta es la vida de la Iglesia, la vida del Evangelio, el Reino de Dios. “El Reino de Dios está en vuestro interior” (Lucas 17, 21). Cristo viene a nuestro interior, y nosotros estamos en el Suyo. Es lo mismo que ocurre con un trozo de hierro que, puesto al fuego, se enciende y se llena de luz. Y, cuando lo sacamos del fuego, vuelve a ser un simple hierro oscuro, una simple oscuridad.
(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, pp. 155-156)