Palabras de espiritualidad

La imagen y la semejanza de Dios

    • Foto: Silviu Cluci

      Foto: Silviu Cluci

En el momento en que la semejanza quedó destruida, la imagen se desfiguró también, pero no se deshizo por completo.

La imagen y semejanza de Dios en el hombre se transformaron desde el momento de la caída. La semejanza, que consistía en una perfecta ausencia del mal en las características del hombre, en un desconocimiento total de lo que es el mal y en una relación con todas esas cualidades, quedó destruida. Y, en el momento en que la semejanza quedó destruida, la imagen se desfiguró también, pero no se deshizo por completo.

En palabras de San Demetrio de Rostov: “Entendamos, pues, que la imagen de Dios está también en el descreído, pero la semejanza la tiene solamente el creyente que practica las virtudes. Cuando el cristiano comete un pecado grave, se priva a sí mismo solamente de la semejanza con Dios, pero no de la imagen. Y, aunque sea juzgado y condenado al castigo eterno, la imagen de Dios pervivirá en él para siempre. La semejanza, en cambio, no”.

En la iglesia cantamos: “Imagen de Tu inefable gloria soy, aunque tengo las heridas de pecado. Álzame a la semejanza contigo, ataviándome con la belleza original”.

(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Cuvânt despre om, Editura Egumenița, 2007, p. 83)