Los pensamientos de los escritores, como todos las ideas de importancia, como las páginas más serias de los mejores libros, son como trozos de alma de aquellos que los crearon; por tal razón, dichos pensamientos deben ser leídos con minuciosidad y no como lo haríamos con cualquier folleto de propaganda barata y banal.

Antiguamente, todo libro era considerado algo sacro, aunque no hubiera nada religioso en él; de igual forma, era leído y escuchado con un estremecimiento de santidad. Un libro es un ser vivo.

Así, cuando tomo en mis manos las Santas Escrituras, entro en contacto directo con Dios, con Moisés, con los Profetas, con los Apóstoles…

(Traducido de: Înaltpreasfințitul Iustinian Chira, Cuvintele Părintelui ‒ un ghid al frumuseţii lăuntrice, Editura Mega, Cluj-Napoca, 2009, p. 16)