Palabras de espiritualidad

La importancia de orar por todos, incluso por aquellos que suponemos difuntos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

“En esos tres días venía a visitarme una persona vestida con una túnica blanca que refulgía como el sol y, rompiendo mis ataduras, me invitaba a salir de la prisión, para que pudiera pasearme libremente por el lugar, sin que nadie me viera…”

Palabras sobre la importancia de orar por los difuntos.

Un hombre originario de Chipre fue hecho esclavo; después de llevárselo a Persia, sus captores lo encerraron en un calabozo. Cierto tiempo después, un grupo de esclavos logró escapar de aquel lugar. Cuando, al volver a Chipre, los padres del primero les preguntaron si habían conocido a su hijo, estos respondieron que sí, pero que había muerto. Y añadieron: “Nosotros mismos fuimos los encargados de darle sepultura”. Pero en realidad no estaban hablando del hijo de aquellas personas, sino de otro, cuyo aspecto físico era increíblemente semejante al del primero en ser mencionado. Hasta les dijeron el día y el mes de la muerte del supuesto hijo.

Así, los padres empezaron a hacer responsos en memoria suya, como si estuviera muerto, tres veces al año. Al cabo de unos cuatro años, aquel hombre logró escapar y volvió a Chipre. Ya en casa, sus padres, hechos un mar de lágrimas, le dijeron: “Se nos dijo que habías muerto y, como correspondía, hicimos responsos por ti, tres veces al año”. El hombre, asombrado, les preguntó en qué fecha habían tenido lugar esos oficios litúrgicos. Los padres le dijeron: “El día de la Natividad del Señor, en la Pascua y también en el Pentecostés”. Y él les respondió: “¡Cada año, precisamente en esos tres días, venía a visitarme una persona vestida con una túnica blanca que refulgía como el sol y, rompiendo mis ataduras, me invitaba a salir de la prisión, para que pudiera pasearme libremente por el lugar, sin que nadie me viera! ¡Y, al día siguiente, inexplicablemente, me volvía a encontrar en mi celda, con mis ataduras intactas!”.

(Traducido de: Proloagele, volumul 1, Editura Bunavestire, p. 232)