Palabras de espiritualidad

La importancia del padre en la primera infancia

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Lo más importante es que el padre se esfuerce en ir aprendiendo, poco a poco, a cambiar pañales, a bañar al bebé, a acostarlo... Todo esto le dará un necesario sentimiento de parentesco, mientras que para el niño ese contacto con las manos de papá tendrá un valor esencial en su ulterior relación con ambos progenitores.

Muchas veces sucede que los hombres, a pesar de asistir seriamente al parto de sus hijos, se sienten conmocionados si les corresponde atender al niño, amedrentándose, incluso, cuando deben sostenerlo entre sus brazos. ¿Cómo puede vencer esos temores el joven padre?

Por supuesto, te asusta tomarlo entre tus brazos. Te da miedo llegar a soltarlo y que se golpee la cabecita o algún órgano interno. Si el papá se mantiene, así, a una distancia cualquiera de su propio hijo, pensando que no puede acercársele, entrará en un estado de impasse muy peligroso. Lo más importante es que el padre se esfuerce en ir aprendiendo, poco a poco, a cambiar pañales, a bañar al bebé, a acostarlo... Todo esto le dará un necesario sentimiento de parentesco, mientras que para el niño ese contacto con las manos de papá tendrá un valor esencial en su ulterior relación con ambos progenitores.

También sucede otra cosa. La madre ama su hijo desde que le da a luz. Ella ha soportado el embarazo completo y los dolores y la dureza del parto, ¡por eso no debe sino alegrarse! El padre, por su parte, comienza a amar al niño mientras lo cuida y, usualmente, no experimenta mayor emoción inmediatamente después de ver a ese pedacito de vida en la maternidad del hospital (a menos que se trate de un bebé muy esperado). Así, el padre comenzará a amar al pequeñito a medida que le vaya entregando su amor y cuidado. Y esto le ayudará durante toda la vida.

(Traducido de: Preot Maxim Kozlov, Familia – ultimul bastion: răspunsuri la întrebări ale tinerilor, traducere din limba rusă de Eugeniu Rigoti, Editura Sophia, București, 2009, p. 179)

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