Palabras de espiritualidad

La interacción entre los fieles como miembros de la Iglesia

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Debemos reconocer que no nos sentimos “en” la Iglesia. ¿Por qué? Porque la Iglesia, como cualquier familia, funciona como un cuerpo.

En general, cuando nos enteramos de algo importante, sabemos que es necesario transmitirlo. Sin embargo, debemos reconocer que no nos comunicamos suficientemente entre nosotros. Para ser más específicos, debemos reconocer que no nos sentimos “en” la Iglesia. ¿Por qué? Porque la Iglesia, como cualquier familia, funciona como un cuerpo, justo como un cuerpo humano. Es decir que hay un cierto “cuidado” de las manos para con las piernas, de las piernas por el cerebro, etc.; además, los órganos jamás discuten entre sí. Cada uno tiene su propio rol, y cuando un órgano sufre, todo el cuerpo sufre también. Esto lo afirma hoy la medicina, dos mil años después de que el Santo Apóstol Pablo dijera que debemos funcionar como un cuerpo humano.

Puede que en la ciudad sea más difícil, porque las personas no se conocen entre sí. ¿Hay envidia? Sí. ¿Hay resentimiento? Sí. ¿Qué son los celos? La corrosión del amor. ¿Qué es la murmuración? Es el deseo de matar espiritualmente a alguien. El primer peaje de los veinticuatro que debe atravesar el alma después de la muerte es el de la inquina, el de las murmuraciones en contra de los demás. No es el del adulterio, sino el de la aversión hacia nuestros semejantes. ¿Por qué? Porque en verdad “matamos” a los otros desde esa postura nuestra de creernos jueces de los demás.

¿Entendemos que Dios nos ama tal como somos, en nuestra lucha por purificarnos? Él nos ama aún cuando nos estamos levantando de la miseria de los pecados. Y es que no seremos juzgados por haber pecado, sino por no habernos arrepentido. Y Dios nos juzgará en donde nos encuentre al momento de morir. ¿Cuándo vendrá ese momento? No lo sabemos, pero continuamente nos lo estamos preparando. Cada uno de nosotros, sea niño, joven, adulto, o anciano, en la medida de su propia comprensión debe entender que tenemos que vivir bajo la perspectiva de la muerte. El que no vive pensando que en cualquier momento habrá de morir, se limita a ceñirse a las cosas de este mundo y no estará preparado para la vida eterna.

(Traducido de: Părintele Nicolae Tănase, Soțul ideal, soția ideală, Editura Anastasis, Sibiu, 2011, pp. 225-226)