La ira no siempre es una manifestación negativa
Si, por ejemplo, cada cristiano, en vez de enfurecerse con su semejante, dirigiera su mirada a su propio interior y se enfadara cada vez que vulnera la voluntad de Dios, llegaría a ser un hombre de virtud.
De acuerdo a los Santos Padres, que eran grandes conocedores de la psicología humana, la ira y el odio no siempre son manifestaciones malas. La ira, por ejemplo, de acuerdo a San Juan Casiano, San Juan Climaco y San Teófano el Recluso, le fue otorgada al hombre para oponerse a lo vil que haya en él y al demonio que le ataca desde afuera; así, por medio de la ira, el hombre puede luchar contra el pecado e impedir que los ardides del maligno le venzan.
Si, por ejemplo, cada cristiano, en vez de enfurecerse con su semejante, dirigiera su mirada a su propio interior y se enfadara cada vez que vulnera la voluntad de Dios, llegaría a ser un hombre de virtud. Su ira le llevaría a corregirse y buscar cómo perfeccionarse.
De este modo, si es utilizada de forma correcta, la ira puede ser beneficiosa para el alma. Sin embargo, acostumbrados a usarla de forma pérfida —como hacemos también con otras manifestaciones similares del alma, que vamos transformando en iniquidades—, hemos imprimido en nuestra naturaleza esta debilidad y buscamos su origen en el mismo Dios, Creador nuestro. Pero veamos que dice San Juan Climaco: “Dios no creó el mal. Por eso, se equivocan quienes dicen que hay vicios inherentes al alma, sin explicar tal afirmación, cuando nosotros hemos sido quien ha transformado en vicios las propiedades de nuestra naturaleza, creadas para el bien”.
(Traducido de: Arhimandrit Serafim Alexiev, Cea mai scurtă cale către Rai ‒ Nu judeca şi nu vei fi judecat, Editura Sophia, Bucureşti, 2007, p. 41)