¿La justicia humana o la justicia de Dios?
“Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de Mí; en vano me rinde culto, enseñando doctrinas que son preceptos humanos” (Mateo 15, 8-9).
En nuestro mundo actual, tan soberbio por causa de su aparente prosperidad, la mayoría de personas que se hacen llamar “cristianas” y se creen generosas, seguramente se lanzaría a practicar la justicia de la naturaleza caída, rechazando con desprecio la justicia evangélica. Esa mayoría tendría que aprenderse de memoria esto que dice el Señor: “Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de Mí; en vano me rinde culto, enseñando doctrinas que son preceptos humanos” (Mateo 15, 8-9).
El hombre que quiere imponer la justicia humana está lleno de vanidad, de un pensamiento altivo y de un severo auto-engaño. Además, predica solamente lo que tiene que ver consigo mismo y sus actos, despreciando la advertencia del Señor (Mateo 6, 1-18). Asimismo, con odio y venganza responde a quienes se atrevan a oponérsele, por fundamentada y bien intencionada que sea su justicia. Por eso es que se considera a sí mismo merecedor de toda retribución terrenal y celestial.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancininov, Despre înșelare, Editura Egumenița, Alexandria, 2010, p. 25)