La lucha del anciano Jorge Lazăr con las tentaciones del maligno
“Por haber vencido al demonio y no haberte dejado engañar por él, Dios te ha concedido el don de la oración pura y la fuerza espiritual en tu oblación. Porque, aunque en lo que te quede de vida andes con la cabeza descubierta y descalzo, ni el frío, ni el calor, ni la enfermedad podrán dañarte jamás.”
Cierto día, el maligno le arrancó el gorro, para distraerle de la oración. Entonces, le prometió al Señor que desde ese momento y hasta su muerte andaría siempre con la cabeza descubierta. Otro día, el maligno le arrojó lejos sus botas, y nunca más las encontró. Desde entonces, el buen Jorge empezó a caminar siempre descalzo. En otra ocasión, el mismo demonio se le apareció con el aspecto de un campesino que araba, quien le dijo:
—¡Hey, anciano Jorge! ¿Ves este surco?
—Sí, lo veo —respondió el anciano.
—¿Está recto?
—Sí, está recto.
—¡Tal como tu fe en Dios! —agregó el maligno, queriendo inducirlo al pecado del orgullo.
Pero, haciéndose la Señal de la Cruz, el anciano Jorge se apartó de él.
***
Luego de cuarenta días de ayuno y oración en el desierto de Jordán, el anciano Jorge volvió a la visitar al asceta que vivía en la gruta de San Jenofonte. Este, abrazándolo y besándole las mejillas, le dijo:
—Hermano Jorge, por haber vencido al demonio y no haberte dejado engañar por él, Dios te ha concedido el don de la oración pura y la fuerza espiritual en tu oblación. Porque, aunque en lo que te quede de vida andes con la cabeza descubierta y descalzo, ni el frío, ni el calor, ni la enfermedad podrán dañarte jamás.
Después de postrarse ante su mentor, el anciano volvió a Jerusalén, en donde veneró el Santo Sepulcro. Y, luego de comulgar, partió hacia el Santo Monte Athos. En aquel lugar vivió durante año y medio, conociendo todos los monasterios y ermitas, y visitando a los venerables monjes de los monasterios y grutas. Luego, habiendo recibido la bendición de todos, volvió al seno de su familia.
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 497)