La lucha que libramos día tras día
Si odias a tu hermano, es que te has apartado de Dios y un espíritu perverso te domina. Pero, si le haces el bien a tu hermano, encontrarás descanso para tu conciencia.
Si le reprochas algo a tu hermano, o lo juzgas, o lo entristeces, terminarás perdiendo tu paz.
Si caes en la vanagloria o te enalteces ante tu hermano, lo que perderás será la Gracia.
Si te viene un pensamiento de desenfreno y no lo apartas inmediatamente, tu alma perderá el amor de Dios y el coraje al orar.
Si amas el poder o el dinero, nunca conocerás el amor de Dios.
Si haces sólo tu propia voluntad, es que el enemigo te ha vencido ya y el maligno tiene una puerta abierta en tu alma.
Si odias a tu hermano, es que te has apartado de Dios y un espíritu perverso te domina. Pero, si le haces el bien a tu hermano, encontrarás descanso para tu conciencia.
Si renuncias a tu propia voluntad, alejarás a tus enemigos y alcanzarás la paz interior.
Si perdonas las ofensas de tu hermano y amas a tus enemigos, obtendrás el perdón de tus pecados, y el Señor te dará a conocer el amor del Espíritu Santo. Y, cuando te humilles por completo, encontrarás el sosiego perfecto, en Dios.
(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, p. 205-206)