La lucha que todos libramos y en la que nos va la vida eterna
El cristiano, poseedor de todos los poderes vivificadores y de la fe, está obligado a vencer en esta cruenta batalla, con el auxilio de Dios.
Para que Dios sea todo y en todo (I Corintios 15, 28), el Señor, como Creador y Espíritu que todo lo hace, siendo Infinito, quiere ser todo y en todo: luz y poder, don, sabiduría, belleza y culmen de todos nuestros anhelos, así como la esperanza más fuerte. Pero el demonio, habiendo caído por causa de su soberbia y su desobediencia, también quiere que en todo haya solamente espíritus caídos, siervos suyos que obren el mal, esparciendo la oscuridad del infierno y la fuerza del mal, para que en todos pervivan las pasiones y el deseo de cometer iniquidades.
Aquí es donde surge la lucha que todos libramos contra el mal. El cristiano, poseedor de todos los poderes vivificadores y de la fe, está obligado a vencer en esta cruenta batalla, con el auxilio de Dios. Estamos hablando de una lucha que a algunos nos llevará hasta la muerte, como sucede con los mártires. ¿Acaso no sabemos que, de todos los atletas que participan en una carrera, solo uno sale vencedor? Corramos todos, hermanos cristianos, para poder ganar esa presea (I Corintios 9, 24).
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Despre tulburările lumii de astăzi, Editura Sophia, București, 2011, pp. 76-77)