La Madre de nuestra esperanza
Estemos seguros de que, una vez la llamemos en nuestro auxilio, ella vendrá inmdiatamente a nosotros para darnos socorro y consuelo, para aliviar nuestro dolor y librarnos del mal que nos acecha.
Todos los que vivimos en este mundo tenemos una Madre amorosa, llena de luz y de poder. Ella es un bastión invencible, la esperanza de los desesperanzados, la alegría de los que sufren. Entonces, cuando suframos, cuando nos sintamos atribulados, cuando sintamos que todo parece ponerse en contra nuestra, cuando sintamos que nos quedamos sin fuerzas, cuando nuestra esperanza languidezca y estemos a un paso de perder toda esperanza, acordémonos de que, a pesar de toda nuestra suciedad e impureza interior, tenemos una Madre que nos ama incondicionalmente. Y estemos seguros de que, una vez la llamemos en nuestro auxilio, ella vendrá inmdiatamente a nosotros para darnos socorro y consuelo, para aliviar nuestro dolor y librarnos del mal que nos acecha.
Solamente tenemos que llamarla, invocar su ayuda, con lágrimas, con esperanza, con fe. “¡No tenemos otro auxilio, no tenemos otra esperanza, sino solamente a ti, oh Señora! ¡Aýudanos, pues, porque toda nuestra esperanza esta puesta en ti, y en ti nos gloriamos, porque somos tus siervos y no nos avergonzaremos!”. Y no dudemos que ella, al escuchar nuestro llanto, vendrá pronto y secará nuestras lágrimas, alivará nuestro sufrimiento y nos librará de todo peligro, de la muerte, de la tristeza y la desesperanza.
(Traducido de: Arhimandritul Chiril Pavlov, Lauda Maicii Domnului, Editura Egumenița, Galați, 2012, p. 7)