Palabras de espiritualidad

La Madre del Señor, mediadora nuestra ante Dios

    • Foto: Silviu Cluci

      Foto: Silviu Cluci

Nosotros la honramos, la Madre del Señor intercede y nuestro Señor Jesucristo nos ofrece Su paz.

Nosotros, quienes honramos a la Madre del Señor, tenemos un privilegio. ¿Cuál? El de recibir la misericordia de Dios, de nuestro Señor Jesucristo, ofreciéndonos Su paz. ¿Por qué? Porque honramos a la Madre del Señor. ¿Y por qué la honramos? Nuestra Iglesia nos enseña a hacerlo. ¿Por qué lo hace? Porque “todo se estremeció por tu divina grandeza”, decimos cuando hablamos con ella. Luego, no presentamos las cosas como tratándose de un estudio. No decimos: “Todo se estremeció por la grandeza de la Madre del Señor, porque ella portó en su vientre a Dios y dio a luz al Hijo eterno”, sino que hablamos con ella y le decimos: “todo se estremeció por tu divina grandeza”.

Este es el conocimiento que nos ofrecen los oficios litúrgicos. No se trata de estudiar determinado tema, sino que aprendemos venerando, orando. Así sucede con la Madre del Señor y con los santos. Hablamos con ellos, hablamos con nuestro Señor Jesucristo, le decimos lo que sentimos que debemos decirle y, así, aprendemos. En consecuencia, la Madre del Señor tiene una determinada grandeza, que proviene de nuestro Señor Jesucristo y, viniendo de Él, la Virgen Maria se convierte en mediadora nuestra ante Él. Nosotros la honramos, la Madre del Señor intercede y nuestro Señor Jesucristo nos ofrece Su paz: “Tú, Quien das paz a los que te alaban”.

(Traducido de: Arhimandrit Teofil Părăian, Maica Domnului – Raiul de taină al Ortodoxiei, Editura Eikon, 2003, pp. 67-68)