Palabras de espiritualidad

La mansedumbre es una virtud necesaria

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

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Muchos cristianos no creen que la mansedumbre sea una virtud obligatoria, viendo en ella solamente una cualidad exterior.

Muchos cristianos no creen que la mansedumbre sea una virtud obligatoria, viendo en ella solamente una cualidad exterior. Si el fruto es dulce, dicen ellos, ¿qué importancia tiene el hecho de que la rama de donde ha brotado sea rígida y fea? ¿Qué importa si tu forma de hablar y tu conducta en general son toscas, si bajo esa fachada hay un corazón bueno, una conciencia pura, intenciones honestas?

Sin embargo, el Apóstol Pablo, quien también era un poco impulsivo, a veces hasta irascible, nos habla en la mayoría de sus cartas sobre la mansedumbre, sobre el modo de sentirnos y comportanos. Supongamos que, sí, es una cualidad exterior. Pero es que con esta cualidad ejercemos determinada influencia sobre los demás, hasta crearles un estado de serenidad. Por esta razón, el Apóstol Pablo quiere que la mansedumbre sea conocida por todos los hombres, convirtiéndose en una cualidad de caracter distinto, justamente como el amor, del cual el Señor decía que es la cualidad que caracteriza a quienes le siguen: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Juan 13, 35).

(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 210)

 

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