Palabras de espiritualidad

La mansedumbre, una puerta que nos lleva al amor

    • Foto: Bogdan Bulgariu

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El Señor tiene Su trono en el corazón de los mansos, en tanto que el alma perturbada es guarida del demonio.

La mansedumbre es una disposición inalterable de la mente, por la cual ella sigue siendo siempre la misma, tanto en la honra como en la deshonra. La mansedumbre consiste en permanecer sin perturbarnos ante las ofensas que puedan proferirnos nuestros semejantes, y orar sinceramente por ellos. La mansedumbre es un risco sobre el mar de la ira, cuyas violentas olas son incapaces de moverlo una pizca de su lugar.

La mansedumbre es el soporte de la paciencia, la puerta de acceso al amor —o mejor dicho, la madre del amor—, y la fuente de la sabiduría, porque dice el profeta: “El Señor dirige los pasos de los humildes, y muestra a los sencillos el camino. Amor y lealtad son todos Sus caminos, para el que guarda Su alianza y Sus mandatos” (Salmos 24, 10). Es también causa del perdón de los pecados, confianza en la fuerza de la oración, templo vivo del Espíritu Santo. El Señor tiene Su trono en el corazón de los mansos, en tanto que el alma perturbada es guarida del demonio: “Los mansos herederán la tierra” (Mateo 5, 5), o mejor dicho dominarán la tierra, mientras que los iradundos serán echados de su tierra.

(Traducido de: Sfântul Ioan Scărarul, Scara Raiului, Editura Învierea, Traducere de mitropolit Nicolae Corneanu, 2007, pp. 281-282)

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