La más bella ofrenda para Dios: nuestro corazón
¡Dichosos aquellos que desde su juventud no se hayan enamorado de ninguna belleza efímera y perecedera, sino de su Creador, Cuyo poder jamás se debilita y Cuya belleza es perenne!
¿Cuánto vale en realidad aquel del que se dice que es rico, pero no tiene corazón? ¿Es que, al morir, podrá llevarse sus riquezas consigo, y dárselas a Aquel a quien pertenecen los cielos y la tierra, el sol y las estrellas, y todos los imperios conocidos y desconocidos?
¿De qué le sirve al hombre su robustez y su belleza? ¿Acaso no nos encontramos, día sí y día también, a aquellos que otrora eran bellos y fuertes, y ahora caminan inclinados, con paso vacilante, apoyándose en un bastón o conducidos por alguien más?
¡Dichosos aquellos que desde su juventud no se hayan enamorado de ninguna belleza efímera y perecedera, sino de su Creador, Cuyo poder jamás se debilita y Cuya belleza es perenne! Dios responderá por centuplicado a ese amor, y pondrá sus corazones junto al Suyo.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Inima în marele post, Editura Predania, București, 2010, p. 8)