La meditación que nos ayuda a dejar de pecar
Pensar en lo efímero de esta vida nos despierta de la indiferencia, nos lleva a la contrición y nos apremia a buscar redimirnos.
La oración por nuestros difuntos es también una exhortación a pensar en nuestra propia muerte, que, para los Santos Padres, representa la filosofía más excelsa, porque cultiva la humildad, la oración y el arrepentimiento. Pensar en lo efímero de esta vida y en lo perecedero de todo lo terrenal nos despierta de la indiferencia, nos lleva a la contrición y nos apremia a buscar redimirnos. “Piensa en tu momento postrero”, nos aconseja San Juan Climaco, “y jamás volverás a pecar”.
Quien quiera librarse de la muerte eterna, todo el tiempo tiene que pensar en el fin de sus días en este mundo. Porque “tal como el pan es el más necesario de los alimentos, así también el recuerdo de la muerte es la más indispensable de las virtudes”. “Que la muerte sea tu médico”, dice el beato Agustín, demostrando que meditar sobre nuestra propia muerte nos ayuda a vencer las pasiones.
(Traducido de: Protosinghelul Petroniu Tănase, Ușile pocăinței, meditații duhovnicești la vremea Triodului, Editura Mitropoliei Moldovei și Bucovinei, Iași, 1994, pp. 29-30)