No debemos oponernos y luchar, con nuestros actos o nuestras palabras, en contra de aquellos que nos hacen el mal.  Ni siquiera con nuestros pensamientos. De lo contrario, los demonios saldrán vencedores. Lo que tenemos que hacer es orar por esas personas. Solo así el Señor nos ayudará, y los demonios huirán aterrorizados. El monje debe estar siempre preparado para recibir la muerte hallándose en paz con todos.

(Traducido de: Sfântul Nicon de la Optina, Ne vorbesc Stareții de la Optina, Editura Egumenița, Galați, 2007, p. 125)