La mejor forma de enfrentar las tentaciones es arrodillarnos e implorar el auxilio del Señor
Dios, Quien permite la tentación, le ofrece al hombre, al mismo tiempo, el medio para superarla.
No hay nada casual en este mundo; ¡nada se hace sin la Providencia de Dios! Nosotros nos oponemos a la Providencia Divina y nos quejamos, a semejanza de un niño veleidoso cuando su madre o su padre no hacen lo que él quiere. Entonces, debido a su egoísmo y su testarudez, el niño reacciona negativamente. Incluso, dependiendo de su edad, puede incluso tomar la decisión de irse de casa y maldecir a sus padres, solamente por no haber hecho lo que él quería.
Cuando enfrentemos algún sufrimiento, alguna tentación o alguna tribulación espiritual, física o económica, como una enfermedad, una prueba o cualquier otro mal, arrodillémonos y empecemos a orar, implorando que se haga la voluntad de Dios y no la nuestra. Porque Dios, Quien permite la tentación, le ofrece al hombre, al mismo tiempo, el medio para superarla.
El dolor también actúa en la persona de los santos, para multiplicar su gloria en los Cielos, por la paciencia demostrada en aquellos momentos de sufrimiento. Muchas veces, los santos sufren también para hacerse ejemplo para sus semejantes, como sucedió con Job, Santa Sinclética y muchos otros santos.
(Traducido de: Avva Efrem Filotheitul, Sfaturi duhovnicești, traducere Pr. Victor Manolache, Editura Egumenița, Alexandria, 2012, p. 10)