Palabras de espiritualidad

La mejor receta para librarnos de los vicios

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Al llegar a mi lugar, me preguntó: “¿Por qué estás tan triste?”. Entonces, viendo aquel rostro tan afable y bondadoso, no pude sino compartirle mi desventura. Entendiendo mi situación, el monje me dijo: “Lo mismo le pasaba a mi hermano, y te diré cuál fue la solución…”

De joven me enrolé en el ejército, pero no en una guarnición. Conocía mi oficio y era amado por mis jefes, siendo un subalterno muy correcto. Pero era joven, al igual que mis amigos. Para mi infortunio, empecé a beber mucho. Cuando no estaba ebrio, era un oficial impecable, pero cuando empezaba a beber, pasaban hasta seis semanas y no lograba espabilar. Mis comandantes me soportaron así durante mucho tiempo, pero, por haber insultado un día a mi superior, me degradaron por tres años y me transfirieron como soladado a una lejana guarnición. Si no me corregía y no dejaba de beber, me esperaban los castigos más severos. Por más que me afanaba en dejar de beber y sanarme de una buena vez de ese vicio, no lograba hacerlo, así que mis superiores iniciaron los procedimientos necesarios para transferirme a un batallón disciplinario. Cuando me enteré, me asusté mucho y no sabía que hacer. Un día de esos, mientras hacía guardia a la entrada del cuartel y me hallaba absorto en mis pensamientos, vi entrar un sencillo monje a nuestra unidad militar. Con gran modestia y educación fue a donde estaba cada uno, pidiendo una contribución para la construcción de una iglesia. Al llegar a mi lugar, me preguntó: “¿Por qué estás tan triste?”. Entonces, viendo aquel rostro tan afable y bondadoso, no pude sino compartirle mi desventura. Entendiendo mi situación, el monje me dijo: “Lo mismo le pasaba a mi hermano, y te diré cuál fue la solución: su padre espiritual le dio un Evangelio, ordenándole con dureza que cada vez que sintiera la necesidad de beber, leyera un capítulo del Evangelio. Y si sentía nuevamente el impulso de beber, que leyera también el capítulo siguiente. Así, al poco tiempo aquel vicio desapareció… ¡y ya tiene quince años sin probar una sola gota de vino! ¡Haz lo mismo tú también!”.

Traducido de: Mărturisirile sincere către duhovnicul său ale unui pelerin rus cu privire  la rugăciunea lui Iisus, Editura Sophia, p. 28