La memoria de nuestros difuntos en las plegarias de la Iglesia
Cada sábado, al orar, los monjes leen los nombres de un sinnúmero de difuntos, pidiéndole a Dios que los reciba en Su gloria.
Clamemos, pidámosle al Señor por nosotros y por nuestros difuntos. Y es que, cuando oramos a Dios por nuestros ancestros, ellos se acercan más a nuestro Padre celestial, y finalmente pasan a gozar de Su gloria, en tanto no la rehúsen.
Cada sábado, en los monasterios se celebran dos Liturgias. Una tiene lugar en el katholikon y otra en el cementerio. Cada sábado, al orar, los monjes leen los nombres de un sinnúmero de difuntos, pidiéndole a Dios que los reciba en Su gloria. En todos los monasterios, los sábados son días dedicados a los responsos.
En cierta ocasión, un hieromonje estaba leyendo una gran cantidad de nombres de difuntos. Cansado, se preguntó: “¿Es posible que mis oraciones ayuden a esas almas a salvarse? ¿Se darán cuenta de que hay alguien orando por ellos? ¿Acaso el Cielo observa que estoy pidiendo por quienes han partido a la eternidad? ¿Realmente es útil que ore por todas esas almas?”.
En ese momento, presa de la extenuación, se reclinó un poco sobre el respaldo de la silla y cerró los ojos por un par de minutos. En tal estado de semi-vigilia, con el cuerpo agotado, pero manteniendo la mente atenta, abrió los ojos y elevó la mirada… ¿y qué fue lo que vio? Una gran multitud de almas, acompañadas de santos y ángeles. Y, ante el trono de Cristo, la Santísima Madre de Dios, observando con una dulce y luminosa mirada las almas que le rodeaban. En un momento dado, la Virgen le dijo al Señor: “Hijo mío y Dios mío, ¡yo intercedo por todas estas almas! ¡Acepta las plegarias de Tu santa Iglesia!”. Entonces, el monje escuchó cómo las almas de los difuntos empezaron a cantar: “Oh, Madre de Dios, Virgen, regocíjate, tú que eres llena de gracia (…), porque diste a luz al Salvador de nuestras almas”.
(Traducido de: Arhimandritul Emilianos Simonopetritul, Tâlcuiri și cateheze, traducere din limba greacă de Ierom. Agapie (Corbu), Editura Sfântul Nectarie, Arad, 2010, pp. 213-214)