La muerte como paso a la eternidad
El Señor Mismo nos enseña a cortar el cordón umbilical que nos ata al mundo. Y entonces la muerte ya no es tragedia, sino realización y gloria.
En el lugar donde nos pone Dios, por las razones que solo Él conoce, ahí se realiza nuestra salvación. Y la salvación es (...) llegar a ser. Nuestro paso por este mundo es breve, tal como lo fue nuestra estancia en el vientre materno. Para poder nacer a esta vida, que es existencia, pero no ser, antes debimos morir a la vida en el vientre de nuestra madre. (...)
Luego, desde el comienzo ese llegar a ser es sinónimo de muerte. El Señor Mismo nos enseña a cortar el cordón umbilical que nos ata al mundo. Y entonces la muerte ya no es tragedia, sino realización y gloria, y, como decimos en el oficio del Pentecostés, “mudarse de lo más doloroso a lo que es mejor, a la vida y a la plenitud”. Todas esas contingencias pasajeras deben ser dejadas atrás, dice el Señor, y no despreciadas: “Cielo y tierra pasarán, mas Mis palabras no pasarán”. Es decir: “Si tú, hombre, quieres la eternidad, te enseñaré a qué debes aferrarte: a las palabras del Señor. Él tiene la eternidad”.
(Traducido de: Celălalt Noica - mărturii ale monahului Rafail Noica, însoţite de câteva cuvinte de folos ale părintelui Symeon, Editura Anastasia, 2004; p. 63-64)