La oración como el juicio que el creyente se hace a sí mismo
Habiéndose humillado ante Dios, la niebla que envuelve su mente desaparecerá, y reconocerá su falta. Y Dios, al ver esa humildad, le enviará Su Gracia para que lo ilumine y le revele los detalles de aquel pecado.
Padre, San Juan Climaco dice que la oración es “el juicio antes del juicio”.
—Así es. Cuando el creyente ora correctamente, su oración es un “juicio antes del juicio”. Si el hombre está sano espiritualmente y al orar siente que su corazón se agita de alguna manera, lo primero que hará será examinar de dónde viene esa agitación, para corregirla. “¿Por qué me siento así? ¿Es posible que haya ofendido o herido a alguien con mi comportamiento? ¿He juzgado a mi hermano, o algún pensamiento de condenación a mi semejante pasó por mi mente, aun sin darme cuenta? ¿Hay algún atisbo de orgullo en mi interior, o cierta soberbia que me impida comunicarme con Dios?”.
¿Y si no encuentra nada de eso, padre?
—No es posible. Algo tiene que haber sucedido. Si busca en el “archivo”, es decir, si se examina minuciosamente, seguramente encontrará el “expediente” respectivo y entenderá en qué punto erró.
¿Debe examinarse a sí mismo, padre, o confesarse con Dios?
—¿Qué le puede confesar a Dios, si ni siquiera sabe qué fue lo que hizo? Primero tiene que examinarse. Y si no encuentra nada, tiene que hacer dos o tres postraciones, y después permanecer de rodillas, diciendo: “Dios mío, no hay duda de que he pecado ante Ti. Ilumíname para que puede reconocer qué fue lo que hice”. Así, habiendo dicho esto, habiéndose humillado ante Dios, la niebla que envuelve su mente desaparecerá, y reconocerá su falta. Y Dios, al ver esa humildad, le enviará Su Gracia para que lo ilumine y le revele los detalles de aquel pecado, para que pueda enmendarlo como corresponde.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte Duhovnicești 6 – Despre rugăciune, Editura Evanghelismos, București, 2013, pp. 39-40)