Palabras de espiritualidad

La oración de un stárets

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Translation and adaptation:

El que vino a visitarte era un demonio de la octava legión, y a quien se le muestra esta clase de espíritus, casi siempre termina muerto...”

Mientras se hallan en sus celdas, algunas veces los monjes son testigos de terroríficas apariciones. En nuestro monasterio cada uno tiene su propia celda, pero esencialmente no puede haber menos de dos personas en la misma edificación. ¿Cuál es el motivo de esto? Para que, en caso de alguna aparición diabólica, el monje pueda llamar a la puerta vecina y pedir auxilio. Recuerdo que durante un tiempo hubo un pequeño anexo en donde vivía un monje, aunque actualmente ya no se permite que nadie viva ahí, a partir de un suceso que voy a relatarte.

Después de hacer sus oraciones nocturnas, el monje vio que a su lado estaba sentado un anciano desconocido, quien le dijo:

¿Por qué te pasas todo el día orando y ahumando con incienso esta celda? Mejor regresa a tus preocupaciones de antes, que te eran más provechosas y, haciéndote de un buen sueldo, podrás vivir como siempre quisiste.

Pero... ¿cómo irme de aquí? Las puertas del monasterio están cerradas con llave.

Tú no te preocupes por esos detalles. Solamente debes desearlo. y yo te llevará a donde quieras, en un abrir y cerrar de ojos. Afuera nos está esperando una carroza.

¿Pero quién eres tú? ¿Un demonio, acaso? ¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí! —gritó el monje, espabilando.

En ese instante, el espíritu impuro desapareció.

Era casi la medianoche cuando el monje corrió a buscar al padre Ambrosio y le contó lo sucedido.

Ciertamente, se trata de una visión muy aterradora. El que vino a visitarte era un demonio de la octava legión, y a quien se le muestra esta clase de espíritus, casi siempre termina muerto —dijo el stárets.

¿Entonces cómo fue que yo me libré de eso?

Dios me hizo saber que estabas en peligro. Así, me levanté a orar... y en ese momento tú te acordaste de Su nombre, tan estremecedor y glorioso, que asusta a las mismas fuerzas del infierno —concluyó el padre Ambrosio.

(Traducido de :Sfântul Varsanufie de la Optina, Filocalia de la Optina, Editura Egumeniţa, Galaţi, 2009, p. 21)