Palabras de espiritualidad

¡La oración debe acompañarse de la acción!

    • Foto: Oana Nechifor

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Sólo una forma de oración es bien recibida y agradable al Señor: la que es acompañada de la acción, esa que consiste en apartarnos para siempre y con toda el alma, de aquello que nos pueda llevar a vulnerar Sus santos mandamientos y, luego, fortalecernos en el temor a Él, realizando lo que es justo con alegría espiritual y con amor sincero.

Los Santos y Piadosos Padres escribieron muchas y diferentes oraciones, todas con un sólo sentido y un sólo propósito: que confesemos al Señor nuestros pecados, pidiendo perdón y apartándonos de ellos. Luego, fortalecernos en el temor de Dios, viviendo de forma agradable a Él, de acuerdo a Sus santos mandamientos.

Pero los que han alcanzado la perfección y la madurez de Cristo, así como bien dice el apóstol, “hasta que todos alcancemos la unidad en la fe y el conocimiento del Hijo de Dios y lleguemos a ser el Hombre perfecto, con esa madurez que no es menos que la plenitud de Cristo” (Efesios 4, 13), piden alcanzar la fuerza y la luz de la sabiduría de Dios. Pero debemos saber que, mientras vivamos en el pecado, es decir, en el incumplimiento de los mandamientos divinos de Cristo Dios y aunque repitamos hora tras hora y día tras día todas las oraciones de los Santos Padres, sus troparios, kondakiones y cánones de contrición, con todo eso, no llegaremos a ninguna parte.

Porque el mismo Señor Jesucristo, como reprendiéndonos, dice: “¿Por qué me llaman: ¡Señor! ¡Señor!, y no hacen lo que digo?” (Lucas 6, 46). En otras palabras, “Mientras sigan incumpliendo Mis mandamientos, en vano me seguirán llamando con tantas y largas oraciones”. Sólo una forma de oración es bien recibida y agradable al Señor: la que es acompañada de la acción, esa que consiste en apartarnos para siempre y con toda el alma, de aquello que nos pueda llevar a vulnerar Sus santos mandamientos y, luego, fortalecernos en el temor a Él, realizando lo que es justo con alegría espiritual y con amor sincero.

(Traducido de: Sfântul Maxim Grecul, Viața și cuvinte de folos, Editura Bunavestire, Galați, 2002, p. 92)



 

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