La “Oración del Corazón” es un arma nuclear contra el maligno
No tiene ningún valor hacerte la Señal de la Cruz, si en tu corazón quien manda es el demonio. No te salvará, es inútil.
Padre Nikón (stárets de la ermita "San Espiridón", Santo Monte Athos), ¿la “Oración del Corazón” aparta cualquier otro pensamiento, si te persignas y la repites con toda el alma? ¿Realmente desvanece todos los demás pensamientos?
Sí, pero esto depende de ciertos aspectos. Es un arma. Decir “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí” no es una simple arma en contra del demonio. ¡Atentos, que es un arma nuclear! Sacude al demonio, lo hace desaparecer. Es una oración muy fuerte, concentrada, terrible. Podría decir que abarca a todas las demás oraciones. ¿Por qué? Dice la Santa Escritura que cuando nuestro Señor Jesucristo venga por segunda vez, en el cielo aparecerá Su nombre, ante cuya presencia todos deberán postrarse, tanto lo que hay en este mundo como lo que está en los Cielos. Este es un misterio, el nombre de Cristo. Incluso los que están abajo se postrarán. Los mismos demonios tendrán que arrodillarse ante él.
Dice el Apóstol Pablo: “No hay otro nombre que pueda salvarnos”. ¿Qué hacemos nosotros? Pronunciamos ese nombre. Decimos: “¡Señor Jesucristo, pronunciamos Tu nombre, porque no conocemos otro Dios! ¡Por eso es que repetimos Tu nombre!”. Pero el maligno intenta impedirnos que lo hagamos. A él no le da miedo que creamos en Dios. Atentos: no importa cuánta fe tengas, que no te salvará. No te salvará el simple hecho de creer en Dios. El maligno es derrotado y nosotros nos salvamos cuando creemos que Cristo es el Hijo de Dios, el Dios verdadero. No tenemos otro Dios. Esto es escandaloso para él. ¡Y de qué forma tiembla el diablo cuando oye el nombre de Cristo! Nosotros llamanos “Señor” a Cristo, que es exactamente lo que el maligno no quiere que hagamos. Desde el inicio no quiere que pienses en Cristo. Después te dice: “¿Quieres pensar en Él? Piensa en Él como si fuera un gran maestro, una encarnación de Buda, un gran pensador, un filósofo, etc. ¡Pero no como Cristo, el Hijo de Dios!”.
Sin embargo, nosotros decimos: “¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!”. ¿Quién pide misericordia? Un mendigo. En otras palabras, ¡te humillas! ¡Listo, has vencido al maligno! Por eso es que nos esforzamos en la “Oración del Corazón”. No tiene ningún valor hacerte la Señal de la Cruz, si en tu corazón quien manda es el demonio. No te salvará, es inútil. Lo importante es tener en tu mente el nombre de Cristo. Es un arma nuclear, cosa que comprobarás en la práctica. Cuando pronuncies esta oración, nada podrá ya estorbarte. Podemos repetir esta oración en todo momento y lugar. Empieza y la misma oración te enseñará todo lo que necesitas saber. Cuando venga el momento de la tentación, estas palabras “atravesarán” al demonio y no quedará nada... sólo tú, orando.