La oración está siempre al alcance de cada quien
La oración no se ve afectada por ninguno de esos impedimentos: cualquier individuo, pobre o rico, débil o poderoso, enfermo o sano, pecador o justo, puede orar en todo momento.
Desde luego, cada buena acción realizada para Cristo nos provee el Espíritu Santo, pero aquello que nos da la fuerza del Espíritu con mayor intensidad es la oración, porque es algo que tenemos siempre al alcance como herramienta para obtener la Gracia. Quizás te gustaría participar en los oficios litúrgicos, pero no te es posible, sea porque no hay ninguna iglesia cerca de donde vives, o, porque al llegar a la iglesia, la Liturgia ya había finalizado. O quisieras darle un poco de dinero a un pobre, pero, o no encuentras ningún necesitado a quien ayudar, o no tienes nada para dar. O desearías guardar la castidad, pero no tienes las fuerzas necesarias para cumplir con ese anhelo, sea por tus propias características físicas, o por causa de las trampas del maligno, a las que te resulta difícil hacer oposición. Quisieras hacer alguna otra buena acción para Cristo, pero, o no tienes fuerzas requeridas para ello, o no encuentras la ocasión propicia. Pero la oración no se ve afectada por ninguno de esos impedimentos: cualquier individuo, pobre o rico, débil o poderoso, enfermo o sano, pecador o justo, puede orar en todo momento.
(Traducido de: Sfântul Serafim de Sarov, Rânduieli de viață creștină, Editura Sophia, București, 2007, p. 13)