La oración no es un acto formal
Nuestra obligación consiste en decir: “¡Hágase Tu voluntad en todo, Padre!”. Pero estas palabras no nos gustan.
Aquel que no ora con el corazón contrito y humillado, es como si intentara adherir un puñado de alubias a un muro de piedra.
El problema es que muchos oramos formalmente Sí, oramos “formalmente”, cuando lo hacemos inmersos en algún sentimiento de turbación. Sabemos que lo que pedimos es una osadía, pero, con todo, lo pedimos. Esto, cuando nuestra obligación sería decir: “¡Hágase Tu voluntad en todo, Padre!”. Pero estas palabras no nos gustan. ¿Por qué? Porque no tenemos humildad. Porque no nos gusta ser sumisos.
Luego, cuando oramos en un estado espiritual incorrecto, ese mismo estado no nos permite sentir ni alegría ni serenidad. Este es el barómertro de la oración. El barómetro de la idoneidad de nuestras peticiones es la paz que sentimos, nuestra serenidad, nuestro regocijo. Entonces, cuando en nuestra alma falta esa felicidad, es que nuestra oración es meramente formal.
(Traducido de: O viață de jertfă – Mărturisirile Cuviosului stareț Samson Esper, traducere de Severin Alexandru, Editura Egumenița, Galați, 2010, p. 62)