La oración nos une en la Gracia de Dios
El amor, la entrega a Dios, el fervor, la unión con Dios, la unión con la Iglesia, todo eso conforma el Paraíso en la tierra. Si obtenemos la Gracia de Dios, todo se vuelve fácil, todo es feliz, todo es una bendición de Dios.
Cuando todos escuchan, en el mismo momento y en el mismo lugar, el Salterio y las demás lecturas, se unen con la Gracia de Dios, porque lo que se lee es escuchado y compartido por todos. Esa fuerza se multiplica entre todos, como si ante ellos hubiera algo hermoso y todos lo vieran con admiración. Y, viéndolo, uniendo sus miradas en él, también ellos forman una unidad. Recordemos cómo fue liberado de la prisión el Santo Apóstol Pedro: “Mientras Pedro estaba de este modo custodiado en la cárcel, la Iglesia oraba sin cesar por él a Dios” (Hechos 12, 5). Esta oración fue la que libró a Pedro de las ataduras que lo tenían prisionero.
El amor, la entrega a Dios, el fervor, la unión con Dios, la unión con la Iglesia, todo eso conforma el Paraíso en la tierra. Si obtenemos la Gracia de Dios, todo se vuelve fácil, todo es feliz, todo es una bendición de Dios. ¡Dime si hay otra religión que le otorgue al hombre tal plenitud y tanta felicidad! Es una lástima que no seamos capaces de entender semejante grandeza.
(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, pp. 222-223)