La oración puede hacer realidad todas las cosas
No hay otra actividad mental que requiera tanta dedicación como la oración. Muchos podríamos trabajar hasta diez o doce horas seguidas, pero son suficientes sólo unos instantes de oración para terminar extenuados.
La verdadera oración no viene de una sola vez. No es cosa sencilla mantener la inspiración, rodeados por las gélidas aguas del mundo que no ora. Cristo arroja el Fuego Divino a la tierra, y nosotros le pedimos que encienda nuestros corazones, de manera que no seamos vencidos por el frío cósmico y para que ninguna oscura nube venga a extinguir esa llama fulgurante. De todo aquello que podría acercarnos a Dios, la oración es el mejor recurso, porque, en última instancia, es el único medio auténtico para este propósito.
En el acto de la oración, la mente encuentra su expresión más noble. El estado mental de un hombre de ciencia en pleno proceso de investigación, o de un artista creando obras de arte, o de un pensador abstraído en sus filosofías, o hasta el de los teólogos de profesión con sus enseñanzas, no puede ser comparado con el del hombre de oración cuando se halla frente a Frente con el Dios Vivo. No hay otra actividad mental que requiera tanta dedicación como la oración. Muchos podríamos trabajar hasta diez o doce horas seguidas, pero son suficientes sólo unos instantes de oración para terminar extenuados.
La oración puede hacer realidad todas las cosas. Aunque nos falten los dones naturales, cualquiera de nosotros puede obtener —y obtiene—, con la oración, dones que van más allá de nuestra naturaleza. Allí en donde falte el conocimiento racional, sería bueno que recordáramos que, independientemente de la capacidad intelectual del hombre, la oración puede ofrecerle una forma más elevada de conocimiento.
(Traducido de: Arhim. Sofronie Saharov, Rugăciune – experiența Vieții Veșnice, Editura Deisis, p. 65)